El tiempo libre es
aquel en el que realmente no tenemos ningún tipo de obligación que nos
condicione; se trata de un espacio en el cual lo que decidimos hacer es por
iniciativa propia, conforme a nuestros gustos, preferencias, o porque nos sugieren
compartir alguna actividad que nos es grata para divertirnos con la familia o
los amigos.
Es verdad que el
descanso es necesario para recuperar energías y dejar que se regeneren cuerpo y
mente, pero hay que tener en cuenta que uno de los riesgos emergentes que acechan
a nuestra sociedad es la pereza; de ahí la importancia de superarla con
constancia practicando actividades que garanticen un desarrollo personal
óptimo. Asimismo, se ha de tener en cuenta que es tan importante ejercitar el
cuerpo como la mente.
A menudo se asocian
y limitan las actividades compartidas en nuestro tiempo libre a aquellas que
requieren una actitud físicamente activa pero, como ya he indicado, no hay que
menospreciar aquellos momentos de placidez intelectual colectiva que también
pueden ser compartidos. Incluso sin salir del hogar, sentados en el sofá con el
resto de la familia, podemos practicar actividades conjuntas como la lectura.
En un contexto de silencio y armonía, surge
una complicidad entre los participantes que genera una compenetración diferente
a la que estamos habituados, más profunda y espiritual, en la que se permiten
interrupciones ocasionales para comentar anécdotas de los contenidos que nos
llamen la atención del libro que lee cada
miembro.
El silencio
compartido no rompe la comunicación entre las personas sino que la refuerza y
la hace más profunda al generar una compenetración armónica entre quienes lo
practican. Precisamente es el silencio lo que nos permite reflexionar y pensar
con nitidez para poder aportar más calidad a los ratos de ocio compartidos. En
este sentido, conviene acostumbrar a los más pequeños de la casa a
familiarizarse con el silencio, así como apreciar la elevación y paz interior
que este aporta.
La lectura es una
de nuestras mejores aliadas para educar a los niños a familiarizarse con el
silencio y la tranquilidad, un silencio que tampoco es necesario que sea
sepulcral. Además, mientras se divierten leyendo, podrán desconectar un poco de
la multitud de impactos sonoros y visuales a los que les tiene sometidos la
sociedad.
Gerard Corriols,
pedagogo
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